viernes, 29 de junio de 2012

Ausencia de mi flor

Soy un caballero errante por las calles de esta ciudad muda, y misteriosa. Ando en busca de una sonrisa, de un arpegio de guitarra, de la presencia mágica de una flor que insiste en alejarse. Mi planeta dista a mucha distancia del espacio en que existo. La ausencia de mi flor está causando mucho daño. Si no fuera por las veces que la cubrí con el globo, o la protegí del frío con aquel intento de paraván, si no fuera por las veces que la escuche hablar sobre si misma, quejarse o a veces hacer silencio, sino fuera porque llegó a domesticarme, sería una flor como otra cualquiera. Una semilla que logró germinar sin convertirse en baobad; una de esas flores que nacen en mi planeta y mueren al anochecer con solo una hilera de pétalos para mostrar, una flor “efímera” . Era distinta, desde que la descubrí invadió cada espacio de mi planeta, mis dos volcanes activos calentaban como nunca, e inclusive el que había apagado sus llamas hacía mucho tiempo, comenzaba a dar señales de vida, no fue necesario nunca más ver las puestas de sol porque estaba triste, ella fue capaz de llenar los espacios en que mi mundo podía estar vacío.


Ahora tengo una oveja, un bozal, una caja, tengo una zorra que logró domesticarme, tengo un amigo en un planeta lejano, tengo cientos de estrellas que suenan como rondanas chirriantes por el tiempo en desuso, tengo estrellas que sonríen, pero estoy perdiendo mi flor. He perdido el camino de regreso a mi planeta y el silencio de los corazones en esta extraña ciudad, me va oprimiendo poco a poco. Parece como si las migraciones de aves silvestres se hubieran detenido.

No me sirve de nada ser farolero en un planeta que comienza a estar vacío sin ella. No importa que pueda tener cientos de estrellas contabilizadas en un libro enorme, o que me haya convertido en explorador para un geógrafo bastante extraño. No existen mercados de amigos, y estoy perdiendo a mi flor día tras día. Se me va alejando su sonrisa, su voz, su cabecita en mi hombro, la quiero de vuelta. La quiero de vuelta y la quiero mía. He subido a la cumbre más alta de este extraño planeta en que la gente viaja en trenes y solo los niños pegan las narices a los cristales, este planeta lleno de personas mayores que han olvidado el niño que llevan dentro. He intentado buscar agua en medio del desierto para hacerla entender que todavía existo, pero la distancia crece sin reparos. Me estoy quedando solo rodeando de gente, me estoy quedan huérfano de su cariño. Necesito encontrar la forma de volver a llegar a su lado. Hoy es lo único que anhelo. Mientras, juego a ser un caballero errante sin Sancho y sin Rocinante, un caballero dispuesto a todo por robarse una sonrisa.

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