Soy un caballero errante
por las calles de esta ciudad muda, y misteriosa. Ando en busca de
una sonrisa, de un arpegio de guitarra, de la presencia mágica de
una flor que insiste en alejarse. Mi planeta dista a mucha distancia
del espacio en que existo. La ausencia de mi flor está causando
mucho daño. Si no fuera por las veces que la cubrí con el globo, o
la protegí del frío con aquel intento de paraván, si no fuera por
las veces que la escuche hablar sobre si misma, quejarse o a veces
hacer silencio, sino fuera porque llegó a domesticarme, sería una
flor como otra cualquiera. Una semilla que logró germinar sin
convertirse en baobad; una de esas flores que nacen en mi planeta y
mueren al anochecer con solo una hilera de pétalos para mostrar, una
flor “efímera” . Era distinta, desde que la descubrí
invadió cada espacio de mi planeta, mis dos volcanes activos
calentaban como nunca, e inclusive el que había apagado sus llamas
hacía mucho tiempo, comenzaba a dar señales de vida, no fue
necesario nunca más ver las puestas de sol porque estaba triste,
ella fue capaz de llenar los espacios en que mi mundo podía estar
vacío.
Ahora tengo una oveja, un
bozal, una caja, tengo una zorra que logró domesticarme, tengo un
amigo en un planeta lejano, tengo cientos de estrellas que suenan
como rondanas chirriantes por el tiempo en desuso, tengo estrellas
que sonríen, pero estoy perdiendo mi flor. He perdido el camino de
regreso a mi planeta y el silencio de los corazones en esta extraña
ciudad, me va oprimiendo poco a poco. Parece como si las migraciones
de aves silvestres se hubieran detenido.
No me sirve de nada ser
farolero en un planeta que comienza a estar vacío sin ella. No
importa que pueda tener cientos de estrellas contabilizadas en un
libro enorme, o que me haya convertido en explorador para un geógrafo
bastante extraño. No existen mercados de amigos, y estoy perdiendo a
mi flor día tras día. Se me va alejando su sonrisa, su voz, su
cabecita en mi hombro, la quiero de vuelta. La quiero de vuelta y la
quiero mía. He subido a la cumbre más alta de este extraño planeta
en que la gente viaja en trenes y solo los niños pegan las narices a
los cristales, este planeta lleno de personas mayores que han
olvidado el niño que llevan dentro. He intentado buscar agua en
medio del desierto para hacerla entender que todavía existo, pero la
distancia crece sin reparos. Me estoy quedando solo rodeando de
gente, me estoy quedan huérfano de su cariño. Necesito encontrar la
forma de volver a llegar a su lado. Hoy es lo único que anhelo.
Mientras, juego a ser un caballero errante sin Sancho y sin
Rocinante, un caballero dispuesto a todo por robarse una sonrisa.
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