Mi viejo caraj, otro domingo en el que no estamos juntos físicamente,
pero sé que estás ahora mismo (sin decírselo ni demostrárselo
a nadie, porque hasta en eso nos parecemos,) con tremendas ganas de que
suene el teléfono y sea mi voz o la de mi hermana la que este al otro lado de
la línea.
El tiempo y las vueltas de la vida nos colocaron bajo techos
distintos, con no solo la distancia física entre nosotros. ¿Cuantas cosas
hiciste para tenernos de vuelta? Y yo de cabezón sin querer dar mi brazo a
torcer. Quería que todo fuera como siempre había sido, no quería adaptarme a
una vida nueva, ¡NO! Eso no estaba en mis planes. Pero al final como sucedía
siempre me hiciste falta. Mami no pudo ser la confidente de mis secretos, y no
quería atormentarla con tantas cosas en su cabecita, necesitaba un regaño, un
abrazo, un calor de amigo, un “así se hace campeón”, y aunque quisiera negarlo
cientos de veces, la única persona en el mundo que podía estar en ese lugar
eras tú.
Así que regresé, lamentando haber querido no tenerte, para
traerte de vuelta. Aún recuerdo aquel abrazo, tus lágrimas en mi cabeza y las
mías en tu pecho. “Me equivoqué, campeón” fueron tus únicas palabras, el resto
ya yo lo sabía y es que hasta en eso nos parecemos.
FELICIDES VIEJO, te quiero mucho, y no me faltes nunca.
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