Principito o jardinero

Allí estaba ella, lucía una sonrisa que podría engañar a muchos. Pero detrás de esos ojitos faltaba el brillo cotidiano, mi florecita azul parecía no poder atrapar el tiempo que aunque no quería se le escapaba.
Mi primer instinto fue buscar respuestas, pero sabía que solo eso sería convertir palabras en un viento demasiado fuerte para sus petálos que ahora declinaban. Entonces busqué un alternativa, robarle una sonrisa...
Pero como lo haría si aunque intentaba mostrarle una sonrisa a todos parecía que solo quería desaparecer o pasar desapercibida ante la vista de todos. No sabía como armar un paravan para protegerla del viento, y no andaba con mis lápices para regalarle una oveja, si al menos fuera aviador como Antoine para llevarla en un largo vuelo sobre mi Cuba y hacerla sentirse bien. Pero creo que en estas condiciones incluso ni eso tendría resultado.

Otra vez la cabeza a pensar que hacer en esta situación, era mi flor, la única en millones de planetas. Me molestaba la ausencia de su sonrisa, aquellas ganas de reír que se habían esfumado, ya no escuchaba música, ni llevaba un libro consigo, se marchitaba mi flor.
De pronto todo sucedió, la magia del momento aún no puedo revivirla. En mis manos apareció un lápiz de un compañero, dos hojas de papel corrieron en mi ayuda, en una apareció un poema de Bennedetti, Hagámos un trato, en la otra una flor. Mis manos se extendieron buscando su rostro, mis brazos se tornaron abrazo, y nacieron las palabras mágicas, "recuerda que soy tú amigo", algunas lágrimas, un "te quiero" escondido en su mirada y al fin, una sonrisa. Mi misión ya estaba cumplida.